Desconectados: quiénes son los jóvenes que le cerraron las puertas a las redes sociales

Nativos digitales: una generación que aprendió a usar pantallas táctiles incluso antes de saber multiplicar. Si para algunos las primeras redes sociales eran espacios de comunidad complementarios, para la juventud actual publicar en estas es parte del día a día. Pero no es el caso de todos. Hay excepciones que han decidido no participar de manera activa en estas plataformas.

Por Judith Herrera Cabello


Una escena repetida.

Ese momento en que Valentina Vergara (23), estudiante de Diseño y Animación en la U. Santo Tomás, le comenta por primera vez a un nuevo conocido lo que es un discurso habitual: no le gustan las redes sociales. Así, se antepone al cuestionamiento de por qué no ha dejado un me gusta a una foto o publicación.

Es algo que, pese a la repetición, nunca se le hace fácil. Termina convirtiéndose en todo un tema argumentar que no le interesa usarlas de manera diaria. Su situación no es única, en plena era de las plataformas digitales, son varios los jóvenes que han decidido dar un paso al costado.

–Explicarle a la gente que no me gustan las redes, incluso amigos, es difícil, no lo entienden. Creen que es que no estás pendiente de ellos, y a veces te empiezan a ignorar, o sientes que estás fuera. Es difícil no sentirse descuidado –comenta la joven que reside en Cerrillos.

En su caso conoció las redes cuando tenía 11 años con Facebook y hoy, si bien tiene cuentas en algunas, no las utiliza para subir contenidos.

–No me gusta ese proceso de tener que escribir, estar atenta a los mensajes, estar todo el rato pegada. Tiendo a ghostear mucho en redes sociales. Me cansa la verdad, encuentro agotador tanta información de acá para allá. Mis amigos las usan así que de vez en cuando leo los estados y mensajes. Si no estuviera ahí quizás ni me daría cuenta de lo poco activa que soy, pero se nota cuando veo la cantidad de posts que tienen los demás.


Todo un mundo digital

En el estudio “El Chile que viene: Medios y redes sociales”, realizado por Cadem en 2o22, se observó, tras una entrevista a 2 mil chilenos entre 13 y 71 años, que el 86% de los participantes de la Generación Z –de 13 a 23 años– ocupaba Instagram tres o más días a la semana para informarse, con el 73% haciéndolo todos los días; mientras que en el grupo de Millennials –que van de los 24 a 40 años– la cifra era de 74%.

Otras investigaciones dan cuenta de una realidad similar. La reciente edición de la Radiografía Digital de Niños, Niñas y Adolescentes, desarrollada por ClaroVTR junto a Criteria y aplicada en enero de 2024 a mil estudiantes en Chile entre 8 y 17 años, muestra que el 50% de los menores destinan cuatro o más horas diarias en internet realizando actividades de ocio (55% de los menores entre 13 y 17 años).

–Estas generaciones se alfabetizan tempranamente respecto al uso de la tecnología y a propósito de esa socialización van explorando, avanzando y haciéndose expertos en estas redes –explica Marcela Aravena, investigadora de la Facultad de Psicología de la U. del Desarrollo.

La docente de Bienestar y Salud del plantel, sostiene que «hay un fenómeno global de cambio en los espacios públicos: adolescentes y jóvenes que se han criado en un contexto muy distinto al nuestro y donde la esfera social se ha cambiado a lo virtual».

–Es un grupo que considera a las redes sociales parte esencial de su diario vivir en todas las facetas de la vida; ocio, estudios, socialización, romance, experiencias colectivas, acceso a servicios y productos, y la facilidad de los procesos comunicación en tiempo real mediada por la tecnología y vivida a través de esta –argumenta la coordinadora del área de Psicología Clínica de la escuela de Psicología de la U. de Santiago, Johana Cabrera.

En el caso de quienes se alejan de estas aplicaciones, son varios los motivos a considerar.

–Tuvieron una experiencia de bullying, o de este imaginario de creer que tienen miles de amigos y en realidad no es así, han experimentado decepciones importantes. Son variables que dependen de lo que les ha pasado y que provocan que quieran limitar sus interacciones sociales en redes –plantea Aravena.

–A esos factores se suma el tiempo perdido que se traduce en poca productividad, cuántas horas pueden pasar haciendo scroll. Terminan buscando una desintoxicación de tecnologías –puntualiza Eduardo Pino, docente de Psicología de la U. de Magallanes.


Efectos psicológicos

Tratar de que sus amigos no se enojen cuando no responde es algo que le suele ocurrir a  Paz Garay (26), técnica en Bibliotecología y Documentación. Es que nunca se conecta y termina acumulando mensajes en sus redes. Ha llegado al punto de que en la descripción de su Whatsapp puso que no respondía los mensajes con rapidez.

–Todos amigos son activos en redes sociales, suben contenido diario, principalmente a Instagram a través de historias donde comparten su día o publicaciones que les hayan gustado. Es totalmente opuesto a mí, pero me gusta poder ver lo que ellos comparten –comenta la joven de Estación Central.

Se describe como una usuaria “fantasma” porque “no subo contenido, pero sí consumo el de los demás, ver las historias o perfiles de las diferentes personas o amigos. Tengo una relación de tira y afloja con TikTok porque siento que esa en particular consume mi tiempo, puedo estar horas sin despegarme viendo videos cortos, por lo cual solo interactuo con esta cada ciertos meses”.

Un vínculo complicado que comparte Valentina Vergara: “Nunca posteo contenido, lo máximo que he hecho es subir alguna historia en Instagram, tampoco me gusta dejar comentarios, a menos que me pidan, porque me molesta que incluso aparezca la información de que le di me gusta a una publicación, tanto rastreo”.

 – Es muy fácil empezar a fijarte en la cantidad de gente que interactúa con tu historia, si le gustó o no, comenzar a compararse con otros, querer mostrarte de una forma que agrade, que venda –comenta Vicente Gutiérrez (21), estudiante de Ingeniería en Informática de la U. de Chile. Desde hace al menos dos años que el joven de Providencia eliminó su presencia en redes sociales. 

–Borré o desactivé mis cuentas, los contenidos, descripciones y todo. Si alguien quiere conversar conmigo que me llame, o al menos por Whatsapp, que encuentro que es menos molesto – asegura.

Si bien Valeria Alemany (23), estudiante de Ingeniería Comercial, no es tan radical, cuenta que sí tiene una relación de “amor y odio” hacia Instagram. Le pasa que al subir una foto se siente bien al ver después cuántos comentarios y me gusta acumula. Pero no siempre es el caso: otras veces se pone a comparar si ha recibido más o menos, lo que le genera angustia. Al final, la decisión que ha tomado es irse desconectando y está en un proceso de dejarlas de lado.

–He pasado por momentos de cerrar cuentas porque me da ansiedad el que no combine estéticamente mi contenido o porque pienso que a nadie le interesa o qué pensarán de mí, pero después pienso a quién le importa. Al ver a chicas que bailan o cocinan perfecto en cocinas hermosas cuesta pensar que una va a poder alcanzar ese nivel, y si vas a depender de eso siempre te sentirás mal o vacío –dice la joven de Santiago Centro.

–También hay peligros como los doxeos, o sea, que alguien averigue tus datos y los publique. A veces la gente no entiende de límites, más allá si alguien dijo algo incorrecto, es increíble cómo pueden llegar a rastrear tanto a una persona, creo que es un riesgo al que yo y otros tampoco nos queremos exponer, es uno de mis mayores miedos –advierte Valentina Vergara.

Los especialistas concuerdan que las redes sociales generan un impacto fuerte en la salud mental, en particular de los jóvenes.

–Existen investigaciones que explicitan que especialmente en la etapa adolescente pueden promoverse diferentes formas de violencia; ciberbullying o violencia dirigida en el mundo “real”, autopercepción deficiente por medio de la comparación con estándares de belleza o éxito poco realistas que la sociedad potencia, lo que puede llevar a grandes problemas relacionados con sintomatologías depresivas, alimenticios, ansiedad, suicidio, empeoramiento del trastorno de déficit atencional y otros –explica Johana Cabrera de la U. de Santiago.

De hecho, la «Encuesta Nacional de Juventudes 2022», llevada a cabo por el Instituto Nacional de la Juventud (Injuv), entrevistó a 9.700 jóvenes de entre 15 y 29 años, y deja ver que más de un cuarto de los chicos ha vivido violencia cibernética en el último año: mensajes ofensivos por redes, chateo sobre cosas sexuales o tomar pantallazos sin consentimiento.

–Una de cada cuatro personas jóvenes ha sufrido situaciones de ciberacoso, es una cifra que va al alza y que está afectando la salud de la juventud (…) Hay también efectos de cómo uno se muestra en redes, cómo se imponen ciertos perfiles y que hay que estar generando contenidos para lograr cierto tráfico e interacciones –advierte Juan Pablo Duhalde, director del organismo, quien añade que, además–, la sintomatología depresiva es más alta en jóvenes que adultos, un 26,9% posee moderada o severa de depresión y ansiedad.

–Hay otros impactos. Uno es la adicción. Muchas redes sociales utilizan principios de aprendizaje como son los refuerzos para continuar usándola, esto en sí mismo puede traer problemas en el autocuidado, problemas escolares y socio afectivos –apunta Cabrera.


Exclusión y equilibrio

Decirle a sus amigos que no, no ha visto sus fotos y no sabe qué han hecho durante el día a veces es complejo para Vicente Gutiérrez. 

–De alguna forma si me pongo a pensar en eso me entra la idea de que estoy perdiéndome lo que hacen los demás, que me estoy quedando fuera. Un círculo vicioso –comenta.

–Si no uso Instagram estoy desconectada de la gente. Si no subo historias es como ¿qué te pasó, estás bien? aunque no haya pasado nada. Si lo cierro parece que desapareciera del mapa, de hecho, por eso a veces lo hago, quiero desconectarme un rato y olvidarme de ciertas cosas. Si quiero ser partícipe de este mundo tengo que subir fotos, que sean lindas, sino, quizás nunca conozca a alguien. Es difícil porque sientes que si no posteas o subes cosas no vas a ser ‘vista’ ni tener éxito –apunta Valeria Alemany.

Se trata del denominado “Fear of missing out”–, donde la presión por no ser parte o de estar perdiéndose de alguna actividad o interacción, termina doblegando las decisiones y ocasionando emociones y conductas conflictivas –explica la psicóloga Johana Cabrera.

Duhalde del Injuv, afirma que “no estar en redes puede pasarles la cuenta a esos jóvenes. En estos días es el primer medio para obtener información coyuntural, se va actualizando de forma permanente de minuto a minuto”.

De hecho, según el estudio que desarrolló la institución, las comunidades o grupos virtuales han aumentado, si en 2012 cubrían los jóvenes que participaban en estas era de un 13% en 2022 es de 24,8%. Mientras, la investigación de Cadem muestra que durante las últimas elecciones presidenciales –correspondientes a 2021–, la gran mayoría de la generación Z se informó por Instagram, el 62%, mientras que un 37% de los Millennials lo hizo por esa red.

Para abordar el fenómeno, los expertos apuntan a herramientas que apoyen interacciones reales. 

–La sugerencia es no forzarlos al uso de estas plataformas. Más que estarlos encontrando raro o diciéndoles que se sumen, se debe comenzar a entender por qué no lo hacen. Comprender que las redes son elementos prácticos pero no un fin en sí mismo, por lo mismo, ver las desventajas y ventajas de utilizarlas –plantea Aravena.

Una especie de equilibrio, entre usarlas de manera excesiva o mantener una presencia mínima, es un camino según Paz Garay–: Debemos ser capaces de aceptar que no todo lo que observamos en redes sociales es real, que miles de personas disfrazan su realidad para sentirse bien con ellos o vaya a saber qué problemas ha de enfrentar. El saber priorizar tiempos y no perder conexión con el mundo exterior.

Para Vicente Gutiérrez es más complejo pues–, no quiero volver a tenerlas, creo que con Whatsapp ya es suficiente. Prefiero centrarme en mi familia y los amigos que veo a diario y no estar pensando en lo que me estoy perdiendo porque si no es como volver a caer en la tentación.

Para Valentina Vergara mantener su baja interacción en redes no es algo que cambiará, se ha acostumbrado y al menos sus amigos ya lo entienden. Aunque siempre quedan los escépticos que se toman a mal que no reaccione a sus contenidos.

–En general creo que las redes sí ayudan a comunicarse, es cuando es todo excesivo que se vuelve un problema –advierte.


Autor

  • Judith Herrera Cabello

    Periodista, máster en Comunicación, máster en Escritura Creativa y diplomada en Cultura Mediática, Imagen y Política. Ha trabajado en La Tercera y El Mercurio, fue productora periodística de UChile TV, colaboradora de reportajes en The Clinic y Anfibia Chile, y coordinadora de comunicaciones en una de las facultades de la U. Central. Actualmente es periodista de salud y una de las editoras del Newsletter de El Mercurio. En el ámbito académico, ha desarrollado estudios sobre desinformación enfocados en fake news e infodemia.

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